“Escuchad otra parábola. Era un
capitalista que usurpó unas tierras, plantó una viña, la rodeó
de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; contrató
a unos obreros y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos,
envió sus siervos a los trabajadores para recibir sus frutos. Pero
los trabajadores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a
otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros
siervos, estos llamados políticos, en mayor número que los
primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente marchó a
la viña con su hijo , diciendo: “A mí y a mi hijo nos
respetarán.” Pero los obreros, al ver al capitalista y a su hijo,
se dijeron entre sí: "Este es el hombre hecho a sí mismo y su
heredero. Es un gran hombre y todo lo que tiene lo ha ganado honradamente a costa
de nuestra plusvalía. No es justo que le maltratemos y mucho menos
quedarnos con su herencia, pues, al igual que la propiedad privada,
es un derecho inalienable".Y, pasando de ellos, siguieron
machacando a los siervos y lacayos políticos. Cuando venga, pues, el
dueño de la viña, con sus perros guardianes, llamados policía, qué
hará con aquellos trabajadores? Dícenle: "A esos miserables
les dará una muerte miserable, empleará en la viña a otros
trabajadores, que le paguen los frutos a su tiempo y repondrá a los
lacayos llamados políticos con otros aún peores". Y el Maestro les dice: "No
habéis leído nunca un solo libro. La clase que los capitalistas
desecharon, la clase obrera, algún día, en piedra angular se
convertirá; será la conciencia de clase quien hará esto y es
maravilloso a nuestros ojos. Por eso os digo: Se os quitará el mundo
futuro para dárselo a una clase que sea consciente de quiénes son
sus explotadores y los aniquile". Los sumos sacerdotes y los fariseos,
al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a
ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque
le tenían por profeta.