Un botijo vendido es para el capitalista 40 u.m. de beneficio. Pero a este obrero se le puede meter más caña: puede hacer un botijo cada hora y el capitalista ha alquilado al obrero por un día, un día tiene 24 horas y puede hacer 24 botijos.
Si el obrero no duerme se muere, pero si duerme cuatro horas al día ya no se muere, aunque se destruyan las células grises de su cerebro: pues eso es lo que tiene que hacer: tenerle 20 horas trabajando a cambio de 8 u.m. para que haga 20 botijos: esto son 2.000 u.m. de ingresos a los que hay que descontar 1.000 u.m. del barro (50 por 20), 40 u.m. de amortización del horno y el torno y 8 u.m. De salario del obrero: en total el capitalista gana 952 u.m. en un día frente a las 40 u.m. que ganaba en los albores del capitalismo. Sus ganancias se han multiplicado más de veinte veces.
El obrero sigue ganando lo mismo, a pesar de que la producción ha aumentado veinte veces. Su salud está bastante más deteriorada porque antes trabajaba una hora, estaba tumbado 23 y comía un plato de gachas. Ahora por el mismo plato de gachas trabaja 20 horas, duerme en un jergón en una esquina de la fábrica y respira todo el día los vapores del barro al secarse, aguantando temperaturas en el taller de unos 40 grados centígrados. Esto supone un desgaste físico tan grande que sólo se puede soportar, sin quedar inválido durante cuatro o cinco años, partiendo de las condiciones físicas óptimas: las de un niño de catorce años (come menos que un adulto y es más adaptable).
Preguntas del capítulo, todas recurrentes:
1.- ¿De donde procede el aumento extraordinario del beneficio del capitalista?
2.- ¿Puede el obrero salir de su condición?
Si hemos comprendido que el beneficio del capitalista sale de la salud del obrero que produce sus 8 u.m. de gachas y las 952 u.m. del beneficio del capitalista ya sabemos qué es lo que técnicamente se conoce como plusvalía (¡anda! ¡a lo mejor existe y no un invento de los marxistas!).